Esta afirmación puede parecer tajante e incluso intrusiva, pero si prestamos atención al siguiente artículo redactado por el Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana entenderemos el porqué.
El ICOPCV ha resaltado que, aunque muchas veces un calzado puede parecer estar casi nuevo, cualquier pequeña modificación puede molestar a los más pequeños y alterar su forma de caminar.
Deformidades en los pies o patologías derivadas de un mal apoyo al realizar la marcha, son algunas de las consecuencias más comunes.
Tras las vacaciones, muchas familias comienzan a preparar el equipamiento escolar, entre el que se incluye el calzado que se utilizará. Es común intentar aprovechar el calzado de otros niños, como hermanos mayores o primos, a los que se les ha dado poco uso. No obstante, desde el Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV) se ha resaltado que esto puede ser potencialmente peligroso para la salud de los miembros inferiores de los más pequeños.
“El principal problema radica en que muchas veces nos parece que un calzado está nuevo y en realidad, no lo está. Aunque sea mínimamente, la plantilla interior puede haberse adaptado al pie del primer niño que lo utilizó, lo que afectará al siguiente. Los más pequeños no saben describir esto y hay veces que notan molestias y, en lugar de decirlo, simplemente comienzan a modificar la posición de su pie encogiendo los dedos, por ejemplo, lo que afectará a su marcha y al correcto desarrollo del aparato locomotor”, ha explicado la presidenta del ICOPCV, Pilar Nieto.
Por esta razón, desde el Colegio de Podólogos de la Comunidad Valenciana se han destacado 5 problemas que pueden derivarse del uso de un calzado heredado en los niños:
- Puede causar deformidades en sus pies.
- Altera su forma habitual de caminar.
- Aparición de rozaduras u otras molestias.
- Generación de patologías derivadas de un mal apoyo.
- Contagios por hongos.
En cualquier caso, si fuera un calzado que sólo se ha usado tres o cuatro veces, lo recomendable sería confirmar que pese al poco uso no tienen ninguna deformidad, que no tienen pliegues en el empeine, ni ningún desgaste en puntera o talón, y cambiarles la plantilla interior así como la desinfección para evitar contagios por infecciones.
“En la infancia los pies están en pleno desarrollo, por eso, es fundamental utilizar un calzado adecuado fabricado en materiales naturales, con buena sujeción y que con suela antideslizante. Desde los cero a los tres años hay que revisar la talla de su calzado cada dos semanas. Además, a partir de los cuatro años es muy importante realizar revisiones anuales con un podólogo para confirmar que su evolución es óptima y aplicar cualquier tratamiento correctivo, si es necesario, con la mayor celeridad posible porque a esas edades esto es clave para la futura salud de sus pies”, ha afirmado Maite García, vicepresidenta del ICOPCV.
Además, estas consultas podológicas son claves para detectar cualquier problema de virus, como el papiloma u hongos muy frecuentes tras el verano, y hacer una revisión de su esqueleto y de cómo han ido las fases de crecimiento. En verano suele darse una mayor tendencia de crecimiento y esta revisión anual es importante para valorar su evolución y así recomendar el calzado más adecuado, confirmar si el desarrollo va bien y detectar de forma temprana cualquier anomalía que haya podido aparecer en pies o piernas.
Por otro lado, los podólogos han advertido que si los niños se caen a menudo, quieren descalzarse continuamente, caminan de puntillas, con los pies hacia dentro o hacia fuera, nos están manifestando signos que pueden alertar de algún tipo de problema en sus miembros inferiores.
Para más información: Patricia Berzosa
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